Bienvenidos a mi blog, aquí encontrarás anécdotas e historias bonitas que encuentro al navegar por la red....

Espero les guste y les deje una enseñanza, una reflexión o una esperanza...

Sírvanse compartir la historia que les gustó...

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domingo, 13 de octubre de 2013

Tres cosas que nunca debes menospreciar: la familia, tu corazón y tu dignidad.

Había una vez una niña llamada Camila, tenía 14 años y esperaba con ansias sus 15 años, ya que sus padres le enviarían a un crucero de quinceañeras.

LLegó el día del crucero y ella muy emocionada, se despidió de sus padres y entró al crucero. 

Ya instalada, fue a dar un paseo, cuando se encontró al chico más lindo que sus ojos habían visto.

El le preguntó: Cómo te llamas?, 
ella respondió: Camila, 
él dijo: Mucho gusto, Camila, yo me llamo Raúl.

Al final del día, Camila fue a su habitación para descansar y cuando se despertó y se levantó, vió que debajo de su puerta había una rosa azul y una nota que decía: " Para la niña más linda que mis ojos han visto" de Raúl.




Extrañada, pero emocionada, empezó a saltar de alegría en su habitación.

Cuando Camila bajó al gran salón, allí estaba Raúl, pasaron todo el día juntos hasta la noche, que Raúl acompañó a Camila a su habitación y se despidieron con un beso.

Así pasaron 6 días, cada vez que Camila se despertaba, encontraba una rosa azul.




Hasta que llegó el último día, Camila estaba muy emocionada porque iba a bailar el vals con Raúl, al cuál, nunca más iba a volver a ver.

Cuando todo terminó, Raúl y Camila subieron a la habitación y Camila segura de su amor por Raúl, se entregó en cuerpo y alma.

Le regaló lo más importante de su vida; " Su virginidad".

Cuando se despertó, Raúl no estaba, pero había un cofre de plata con unas flores azules talladas y una nota que decía:
"Lo pasé bien anoche, por favor, abre este cofre cuando estés en tu casa. Raúl."

Cuando Camila llegó a casa, abrazó a sus padres y de inmediato fue a su habitación, recordando el cofre de Raúl.

Cuando abrió el cofre, una lágrima rodó por su mejilla.

En el cofre había una " flor negra", toda marchita; al lado de la flor, había una nota qe decía: 
"Bienvenida al mundo del SIDA".


sábado, 12 de octubre de 2013

Todas las criaturas tienen un alma semejante, aunque los cuerpos sean diferentes.




Había una vez un rey que tenia cuatro esposas.

Él amaba a su cuarta esposa más que a las demás, la adornaba con ricas vestiduras y la complacía con las delicadezas más finas. Solo le daba lo mejor.

También amaba mucho a su tercera esposa y siempre la exhibía en los reinos vecinos. Sin embargo, temía que algún día ella se fuera con otro.

También amaba a su segunda esposa. Ella era su confidente y siempre se mostraba bondadosa, considerada y paciente con él. Cada vez que el rey tenía un problema, confiaba en ella para ayudarle a salir de los tiempos difíciles.

La primera esposa del rey era una compañera muy leal y había hecho grandes contribuciones para mantener tanto la riqueza como el reino del monarca. Sin embargo, él no amaba a su primera esposa, y aunque ella le amaba profundamente, apenas se fijaba en ella.

Un día, el rey enfermó y se dio cuenta que le quedaba poco tiempo. Pensó acerca de su vida de lujo y caviló: "Ahora tengo cuatro esposas conmigo, pero cuando muera... ¡estaré solo!".

Así que le preguntó a su cuarta esposa:"Te he amado más que a las demás, te he dotado con las mejores vestimentas y te he cuidado con esmero. Ahora que estoy muriendo... ¿estarías dispuesta a seguirme y ser mi compañía?""¡Ni pensarlo!", contestó la cuarta esposa, y se alejó sin decir más palabras.Su respuesta penetró en su corazón como un cuchillo filoso.

El entristecido monarca le preguntó a su tercera esposa:"Te he amado toda mi vida. Ahora que estoy muriendo, ¿estarías dispuesta a seguirme y ser mi compañía?"”¡No!”. Contestó su tercera esposa. "¡La vida es demasiado buena! ¡Cuándo mueras, pienso volver a casarme!"Su corazón experimentó una fuerte sacudida y se puso frío.

Entonces preguntó a su segunda esposa:"Siempre he venido a ti por ayuda y siempre has estado allí para mí. Cuando muera, ¿estarías dispuesta a seguirme y ser mi compañía?""¡Lo siento, no puedo ayudarte esta vez!", Contestó la segunda esposa. "Lo más que puedo hacer por ti es enterrarte".Su respuesta vino como un relámpago estruendoso que devastó al rey.

Entonces escuchó una voz:"Me iré contigo y te seguiré donde sea que tú vayas". El rey dirigió la mirada en dirección de la voz y allí estaba su primera esposa. Se veía tan delgaducha, sufría de desnutrición...Profundamente afectado, el monarca dijo:"¡Debí haberte atendido mejor cuando tuve la oportunidad de hacerlo!"

En realidad, todos tenemos cuatro esposas en nuestras vidas.

Nuestra cuarta esposa es nuestro cuerpo.No importa cuanto tiempo y esfuerzo invitamos en hacerlo lucir bien, nos dejará cuando nos muramos.

Nuestra tercera esposa es nuestras posesiones, condición social y riqueza. Cuando muramos, irán a parar a otros.

Nuestra segunda esposa es nuestra familia y amigos.No importa cuánto nos hayan sido de apoyo aquí, lo más que podrán hacer es acompañarnos hasta el sepulcro.

Y nuestra primera esposa es el alma, frecuentemente ignorada en la búsqueda de la fortuna, el poder y los placeres del ego. Sin embargo, nuestra alma es la única que nos acompañara donde quiera que vayamos.Así que..., ¡Cultívala, fortalécela y cuídala ahora! Es el más grande regalo que puedes ofrecerle al mundo. 

lunes, 9 de septiembre de 2013

El hecho de que somos únicos, es lo que provee a una relación de frescura y vitalidad.


Dice una linda leyenda árabe que dos amigos viajaban por el desierto y en un determinado punto del viaje discutieron.
El otro, ofendido, sin nada que decir, escribió en la arena:

HOY, MI MEJOR AMIGO ME PEGÓ UNA BOFETADA EN EL ROSTRO.



Siguieron adelante y llegaron a un oasis donde resolvieron bañarse.

El que había sido abofeteado y lastimado comenzó a ahogarse, siendo salvado por el amigo.

Al recuperarse tomó un estilete y escribió en una piedra:

HOY, MI MEJOR AMIGO ME SALVÓ LA VIDA.



Intrigado, el amigo preguntó:

¿Por qué después que te lastimé, escribiste en la arena y ahora escribes en una piedra?

Sonriendo, el otro amigo respondió:

Cuando un gran amigo nos ofende, deberemos escribir en la arena donde el viento del olvido y el perdón se encargarán de borrarlo y apagarlo; por otro lado cuando nos pase algo grandioso, deberemos grabarlo en la piedra de la memoria del corazón donde viento ninguno en todo el mundo podrá borrarlo.

No todo lo que vemos es lo que parece ser.

En un reino encantado donde los hombres nunca pueden llegar, o quizás donde los hombres transitan eternamente sin darse cuenta...
En un reino mágico, donde las cosas no tangibles, se vuelven concretas...




Había una vez...
Un estanque maravilloso.
Era una laguna de agua cristalina y pura donde nadaban peces de todos los colores existentes y donde todas las tonalidades del verde se reflejaban

permanentemente...
Hasta ese estanque mágico y transparente se acercaron a bañarse haciéndose mutua compañía, la tristeza y la furia.

Las dos se quitaron sus vestimentas y desnudas, las dos, entraron al estanque.
La furia, apurada (como siempre está la furia), urgida -sin saber por qué- se baño rápidamente y más rápidamente aún salió del agua...

Pero la furia es ciega, o por lo menos, no distingue claramente la realidad, así que desnuda y apurada, se puso, al salir, la primera ropa que encontró...

Y sucedió que esa ropa no era la suya, sino la de la tristeza...

Y así vestida de tristeza, la furia se fue.

Muy calma, y muy serena, dispuesta como siempre, a quedarse en el lugar donde está, la tristeza terminó su baño y sin ningún apuro (o mejor dicho sin conciencia del paso del tiempo), con pereza y lentamente, salió del estanque.

En la orilla encontró que su ropa ya no estaba.

Como todos sabemos, si hay algo que a la tristeza no le gusta es quedar al desnudo, así que se puso la única ropa que había junto al estanque, la ropa de la furia.

Cuentan que desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la furia, ciega, cruel, terrible y enfadada, pero si nos damos el tiempo de mirar bien, encontramos que esta furia que vemos, es sólo un disfraz, y que detrás del disfraz de la furia, en realidad... está escondida la tristeza.

Si cambias tu forma de pensar, podrás cambiar tu destino.



Había una vez, hace cientos de años, en una ciudad de Oriente, un hombre que una noche caminaba por las oscuras calles llevando una lámpara de aceite encendida.
La ciudad era muy oscura en las noches sin luna como aquella.

madre

En determinado momento, se encuentra con un amigo. El amigo lo mira y de pronto lo reconoce.

Se da cuenta de que es Guno, el ciego del pueblo. Entonces, le dice:
- ¿Qué haces Guno, tú ciego, con una lámpara en la mano? Si tú no ves...

Entonces, el ciego le responde:
- Yo no llevo la lámpara para ver mi camino. Yo conozco la oscuridad de las calles de memoria. Llevo la luz para que otros encuentren su camino cuando me vean a mi...

- No solo es importante la luz que me sirve a mí, sino también la que yo uso para que otros puedan también servirse de ella.



Cada uno de nosotros puede alumbrar el camino para uno y para que sea visto por otros, aunque uno aparentemente no lo necesite.

Alumbrar el camino de los otros no es tarea fácil...Muchas veces en vez de alumbrar oscurecemos mucho más el camino de los demás...¿Cómo? A través del desaliento, la crítica, el egoísmo, el desamor, el odio, el resentimiento...

Confia en el tiempo, que suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades.


una vez, algún lugar que podría ser cualquier lugar, y en un tiempo que podría ser cualquier tiempo, un hermoso jardín, con manzanos, naranjos, perales y bellísimos rosales, todos ellos felices y satisfechos. Todo era alegría en el jardín, excepto por un árbol profundamente triste. El pobre tenía un problema: No sabía quién era.

Lo que le faltaba era concentración, le decía el manzano:

- Si realmente lo intentas, podrás tener sabrosas manzanas. ¿Ves qué fácil es?



- No lo escuches, exigía el rosal, es más sencillo tener rosas y ¿Ves qué bellas son?.



Y el árbol desesperado intentaba todo lo que le sugerían y, como no lograba ser como los demás, se sentía cada vez más frustrado.



Un día llegó hasta el jardín el búho, la más sabia de las aves, y al ver la desesperación del árbol, exclamó:

- No te preocupes, tu problema no es tan grave. Es el mismo de muchísimos seres sobre la tierra. Yo te daré la solución: no dediques tu vida a ser como los demás quieran que seas... sé tú mismo, conócete y, para lograrlo, escucha tu voz interior. - Y dicho esto, el búho desapareció.

- ¿Mi voz interior...? ¿Ser yo mismo...? ¿Conocerme...? , se preguntaba el árbol desesperado, cuando, de pronto, comprendió...

Y cerrando los ojos y los oídos, abrió el corazón, y por fin pudo escuchar su voz interior diciéndole:

Tú jamás darás manzanas porque no eres un manzano, ni florecerás cada primavera porque no eres un rosal. Eres un roble y tu destino es crecer grande y majestuoso, dar cobijo a las aves, sombra a los viajeros, belleza al paisaje... Tienes una misión: cúmplela.



Y el árbol se sintió fuerte y seguro de sí mismo y se dispuso a ser todo aquello para lo cual estaba destinado.

Así, pronto llenó su espacio y fue admirado y respetado por todos. Y sólo entonces el jardín fue completamente feliz.

Yo me pregunto al ver a mi alrededor...

- ¿Cuántos serán robles que no se permiten a sí mismos crecer?

Sólo se ve bien con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos.


Había un ciego sentado en la vereda, con una gorra a sus pies y un pedazo de madera que, escrito con tiza blanca, decía:



"POR FAVOR AYÚDEME, SOY CIEGO".

Un creativo de publicidad que pasaba frente a él, se detuvo y observó unas pocas monedas en la gorra.

Sin pedirle permiso tomó el cartel, le dio vuelta, tomó una tiza y escribió otro anuncio.

Volvió a poner el pedazo de madera sobre los pies del ciego y se fue.

Por la tarde el creativo volvió a pasar frente al ciego que pedía limosna, su gorra estaba llena de billetes y monedas.

El ciego reconoció sus pasos y le preguntó si había sido él, el que re escribió su cartel y sobre todo, qué había escrito.

El publicista le contestó:

"Nada que no sea tan cierto como tu anuncio, pero con otras palabras".

Sonrió y siguió su camino.

El ciego nunca lo supo, pero su nuevo cartel decía:

"HOY ES PRIMAVERA, Y NO PUEDO VERLA"



Cambiemos de estrategia cuando no nos sale algo, y verán que puede que resulte mejor de esa manera. 

Si mañana se acabara el mundo, yo hoy todavía plantaría un árbol.



En un pueblo rodeado de cerros habitaba un loco, la gente del pueblo le llamaba así: "EL LOCO", ¿y porqué le llamaban así?, ¿Qué acaso hacía cosas disparatadas, cosas raras, cosas diferentes a lo que hacen la mayoría de las personas, al menos en ese pueblo?.
La gente al verlo pasar se reía y se burlaba de él, humildemente vestido, sin posesiones, sin una casa que se dijera de su propiedad, sin una esposa ni unos hijos; *un desdichado*, pensaba la gente, alguien que no beneficiaba a la sociedad, **un inútil** comentaban otros.



Más he aquí que este viejo ocupaba su vida sembrando árboles en todas partes donde pudiera, sembraba semillas de las cuales nunca vería ni las flores ni el fruto, y nadie le pagaba por ello y nadie se lo agradecía, nadie lo alentaba, por el contrario, era objeto de burla ante los demás.
Y así pasaba su vida, poniendo semillas, plantando arbolitos ante la burla de los demás. Y he aquí que ese ser era un gran Espíritu de Luz, que poniendo la muestra de como se deben hacer las cosas, sembrando, siempre sembrando sin esperar a ver el fruto, sin esperar a saborearlo.



Y sucedió que un día cabalgaba por esos rumbos el Sultán de aquellos lugares, rodeado de su escolta y observaba lo que sucedía verdaderamente en su reino, para no escucharlo a través de la boca de sus ministros.
Al pasar por aquel lugar y al encontrarse al Loco le preguntó: _ ¿Qué haces, buen hombre?
Y el viejo le respondió: _ Sembrando Señor, sembrando.
Nuevamente inquirió el Sultán: _ Pero, ¿cómo es que siembras?. estás viejo y cansado, y seguramente no verás siquiera el árbol cuando crezca. ¿Para qué siembras entonces?
A lo que el viejo contesto: _ Señor, otros sembraron y he comido, es tiempo de que yo siembre para que otros coman.



El Sultán quedo admirado de la sabiduría de aquel hombre al que llamaban LOCO, y nuevamente le preguntó:
_ Pero no verás los frutos, y aun sabiendo eso continuas sembrando... Por ello te regalaré una monedas de oro, por esa gran lección que me has dado.
El Sultán llamo a uno de sus guardias para que trajese una pequeña bolsa con monedas de oro u las entregó al sembrador.



El sembrador respondió : _Ves, Señor, como ya mi semilla ha dado fruto, aún no la acaba de sembrar y ya me está dando frutos, y aun más, si alguna persona se volviera loca como yo y se dedicara solamente a sembrar sin esperar los frutos sería el más maravilloso de todos los frutos que yo hubiera obtenido, porque siempre esperamos algo a cambio de lo que hacemos, porque siempre queremos que se nos devuelva igual que lo que hacemos. Esto, desde luego, sólo cuando consideramos que hacemos bien, y olvidándonos de lo malo que hacemos.



El Sultán le miró asombrado y le dijo : _ ¡Cuánta sabiduría y cuánto amor hay en ti!, ojalá hubiera más como tú en este mundo, con unos cuantos que hubiese, el mundo sería otro; más nuestros ojos tapados con unos velos propios de la humanidad, nos impiden ver la grandeza de seres como tu. Ahora me retiraré porque, si sigo conversando contigo, terminaré por darte todos mis tesoros, aunque sé que los emplearlas bien, tal vez mejor que yo. ¡Qué Alá te Bendiga!.



Y terminado esto, partió el Sultán junto con su séquito, y el Loco siguió sembrando y no se supo de su fin, no se supo si termino muerto y olvidado por ahí en algún cerro, pero él había cumplido su labor, realizó la misión, la misión de un Loco.

Hoy no es un día cualquiera, hoy es un día de mi vida.



Un banquero de inversión americano estaba en el muelle de un pueblito caribeño cuando llegó un bote con un solo pescador.

Dentro del bote había varios atunes amarillos de buen tamaño. El americano elogió al pescador por la calidad del pescado y le preguntó ¿cuánto tiempo le había tomado pescarlos?

El pescador respondió que sólo un de poco tiempo.

El americano luego le preguntó ¿porqué no permanecía más tiempo y sacaba más pescado?

El pescador dijo que él tenía lo suficiente para satisfacer las necesidades inmediatas de su familia.

El americano luego preguntó ¿pero qué hace usted con el resto de su tiempo?

El pescador dijo, "duermo hasta tarde, pesco un poco, juego con mis hijos, hago siesta con mi señora María, caigo todas las noches al pueblo donde tomo vino y toco guitarra con mis amigos. Tengo una vida "placentera y ocupada".

El americano replicó, "Soy un MBA de Harvard y podría ayudarte. Deberías gastar más tiempo en la pesca y con los ingresos comprar un bote más grande, con los ingresos del bote más grande podrías comprar varios botes y eventualmente tendrías una flota de botes pesqueros.

En vez de vender el pescado a un intermediario lo podrías, hacer directamente a un procesador y eventualmente abrir tu propia procesadora.

Deberías controlar la producción, el procesamiento y la distribución.

Deberías salir de este pequeño pueblo e irte a La Capital, donde manejarías tu empresa en expansión".

El pescador preguntó, ¿Pero, cuánto tiempo tarda todo eso?

A lo cual respondió el americano, "entre 15 y 20 años".

"¿Y luego qué?"

El americano se rió y dijo que esa era la mejor parte.

"Cuando llegue la hora deberías anunciar un IPO (Oferta inicial de acciones) y vender las acciones de tu empresa al público. Te volverás rico, tendrás millones.

"Millones ... y ¿luego qué?"

Dijo el americano: "Luego te puedes retirar. Te mueves a un pueblito en la costa donde puedes dormir hasta tarde, pescar un poco, jugar con tus hijos, hacer siesta con tu mujer, caer todas las noches al pueblo donde tomas vino y tocas guitarra con tus amigos".

El pescador respondió: "¿Acaso eso no es lo que tengo ya?"

La vida no se mide por el número de veces que tomamos aliento, sino por los extraordinarios momentos que nos lo quitan.



El viejo se fue a vivir con su hijo, su nuera y su nieto de cuatro años. Ya las manos le temblaban, su vista se nublaba y sus pasos flaqueaban. La familia completa comía junta en la mesa, pero las manos temblorosas y la vista enferma del anciano hacían el alimentarse un asunto difícil. Los guisantes caían de su cuchara al suelo de y cuando intentaba tomar el vaso, derramaba la leche sobre el mantel. El hijo y su esposa se cansaron de la situación.

-Tenemos que hacer algo con el abuelo, dijo el hijo. -Ya he tenido suficiente. Derrama la leche, hace ruido al comer y tira la comida al suelo.

Así fue como el matrimonio decidió poner una pequeña mesa en una esquina del comedor. Ahí, el abuelo comía solo mientras el resto de la familia disfrutaba la hora de comer. Como el abuelo había roto uno o dos platos, su comida se la servían en un tazón de madera.

De vez en cuando miraban hacia donde estaba el abuelo y podían ver una lágrima en sus ojos mientras estaba ahí sentado sólo. Sin embargo, las únicas palabras que la pareja le dirigía, eran fríos llamados de atención cada vez que dejaba caer el tenedor o la comida. El niño de cuatro años observaba todo en silencio.

Una tarde antes de la cena, el papá observó que su hijo estaba jugando con trozos de madera en el suelo. Le preguntó dulcemente: -¿Qué estás haciendo?



Con la misma dulzura el niño le contestó: -Ah, estoy haciendo un tazón para ti y otro para mamá para que cuando yo crezca, ustedes coman en ellos. Sonrió y siguió con su tarea.

Las palabras del pequeño golpearon a sus padres de tal forma que quedaron sin habla. Las lágrimas rodaban por sus mejillas y, aunque ninguna palabra se dijo al respecto, ambos sabían lo que tenían que hacer.

Esa tarde el esposo tomó gentilmente la mano del abuelo y lo guió de vuelta a la mesa de la familia. Por el resto de sus días ocupó un lugar en la mesa con ellos. Y por alguna razón, ni el esposo ni la esposa, parecían molestarse más cada vez que el tenedor se caía, la leche se derramaba o se ensuciaba el mantel.

Los niños son altamente perceptivos. Sus ojos observan, sus oídos siempre escuchan y sus mentes procesan los mensajes que absorben. Si ven que con paciencia proveemos un hogar feliz para todos los miembros de la familia, ellos imitarán esa actitud por el resto de sus vidas. Los padres y madres inteligentes se percatan que cada día colocan los bloques con los que construyen el futuro de su hijo. Seamos instructores sabios y modelos a seguir.

domingo, 8 de septiembre de 2013

Todos vivimos bajo el mismo cielo. Pero no todos tenemos el mismo horizonte.

El sol y el viento discutían sobre cuál de dos era más fuerte.

La discusión fue larga, porque ninguno de los dos quería ceder. 

Viendo que por el camino avanzaba un hombre, acordaron en probar sus fuerzas desarrollándolas contra él.

-Vas a ver – dijo el viento - como con sólo echarme sobre ese hombre, desgarro sus vestiduras.



Y comenzó a soplar cuanto podía. 

Pero cuantos más esfuerzos hacían, el hombre más oprimía su capa, gruñendo contra el viento, y seguía caminando.
 El viento encolerizado, descargó lluvia y nieve, pero el hombre no se detuvo y más cerraba su capa.



 Comprendió el viento que no era posible arrancarle la capa.

Sonrió el Sol mostrándose entre dos nubes, recalentó la tierra y el pobre hombre, que se regocijaba con aquel dulce calor, se quitó la capa y se la puso sobre el hombro.



-Ya ves - le dijo el Sol al Viento - como con la bondad se consigue más que con la violencia.

La madurez está en la mente, no en la edad.




Un científico, que vivía preocupado con los problemas del mundo, estaba resuelto a encontrar los medios para aminorarlos. Pasaba días en su laboratorio en busca de respuestas para sus dudas.

Cierto día, su hijo de 7 años invadió su santuario decidido a ayudarlo a trabajar. El científico, nervioso por la interrupción, le pidió al niño que fuese a jugar a otro lugar. Viendo que era imposible sacarlo, el padre pensó en algo que pudiese darle con el objetivo de distraer su atención.

De repente se encontró con una revista en donde venía el mapa del mundo ¡Justo lo que precisaba!. Con unas tijeras recortó el mapa en varios pedazos y junto con un rollo de cinta se lo entregó a su hijo diciendo: -”Como te gustan los rompecabezas, te voy a dar el mundo todo roto, para que lo repares sin ayuda de nadie”.

Entonces calculó que al pequeño le llevaría días componer el mapa, pero no fue así. Pasadas algunas horas, escuchó la voz del niño que lo llamaba calmadamente. -”Papá, ya hice todo, conseguí terminarlo”.



Al principio el padre no dio crédito a las palabras del niño. Pensó que sería imposible que, a su edad, hubiera conseguido recomponer un mapa que jamás había visto antes. Desconfiado, el científico levantó la vista de sus anotaciones con la certeza de que vería el trabajo digno de un niño.

Para su sorpresa, el mapa estaba completo. Todos los pedazos habían sido colocados en sus debidos lugares. ¿Cómo era posible? ¿Cómo el niño había sido capaz?

-Hijito, tú no sabías cómo era el mundo, ¿cómo lograste armarlo?



-Papá, yo no sabía cómo era el mundo, pero cuando sacaste el mapa de la revista para recortarlo, vi que del otro lado estaba la figura de un hombre…

Así que dí vuelta a los recortes y comencé a recomponer al hombre, que si sabía como era. Cuando conseguí arreglar al hombre, di vuelta la hoja y vi que había arreglado al mundo.

sábado, 7 de septiembre de 2013

El espíritu se ennoblece cuando amamos.



Un anciano Cherokee enseñaba a su nieto acerca de la vida. "Una pelea pasa dentro de mí", le dijo al chico.
"Es una pelea terrible y es entre dos lobos.



Uno es malo - el es la ira, la envidia, la pena, la avaricia, la arrogancia, la autocompasión, la culpa, el resentimiento, la inferioridad, las mentiras, el falso orgullo, la superioridad, y el ego".

Continuó, "El otro es bueno - el es la alegría, la paz, el amor, la esperanza, la serenidad, la humildad, la bondad, la benevolencia, la empatía, la generosidad, la verdad, la compasión, y la fe. La misma pelea pasa dentro de ti - y dentro de cada persona, también".

El nieto pensó acerca de ello por un momento y entonces preguntó a su abuelo, "¿Cuál lobo ganará?".

El anciano Cherokee simplemente contestó:

"El que tú alimentes".

Lo que no me gusta de ti, lo corrijo en mí.



En Grecia, Sócrates fue famoso por su sabiduría y por el gran respeto que profesaba a todos.
Un día un conocido se encontró con el gran filósofo y le dijo: ¿Sabes lo que escuché acerca de tu amigo? Espera un minuto -replicó Sócrates-. Antes de decirme nada quisiera que pasaras un pequeño examen. Yo lo llamo el examen del triple filtro.
¿Triple filtro?
Correcto -continuó Sócrates-. Antes de que me hables sobre mi amigo, puede ser una buena idea filtrar tres veces lo que vas a decir. Es por eso que lo llamo el examen del triple filtro.
El primer filtro es la verdad.
¿Estás absolutamente seguro de que lo que vas a decirme es cierto?
No -dijo el hombre-, realmente solo escuché eso y…
Bien -dijo Sócrates-, entonces realmente no sabes si es cierto o no. Ahora permíteme aplicar el segundo filtro:
Es el filtro de la bondad.
¿Es algo bueno lo que vas a decirme de mi amigo?
No, por el contrario…
Entonces, deseas decirme algo malo sobre él, pero no estás seguro de que sea cierto. Pero podría querer escucharlo porque queda un filtro:
El de la utilidad.
¿Me serviría de algo saber lo que vas a decirme de mi amigo?
No, la verdad que no.
Bien -concluyó Sócrates-, si lo que deseas decirme no es cierto, ni bueno, e incluso no es útil ¿para que querría saberlo?

No hay Camino para la Paz. La Paz es el Camino.

Había una vez un rey que ofreció un gran premio a aquel artista que pudiera captar en una pintura la paz perfecta. Muchos artistas intentaron.



El rey observó y admiró todas las pinturas, pero solamente hubieron dos que a el realmente le gustaron y tuvo que escoger entre ellas.




La primera era un lago muy tranquilo. Este lago era un espejo perfecto donde se reflejaban unas placidas montañas que lo rodeaban. Sobre estas se encontraba un cielo muy azul con tenues nubes blancas. Todos quienes miraron esta pintura pensaron que esta reflejaba la paz perfecta.



La segunda pintura también tenia montañas. Pero estas eran escabrosas y descubiertas. Sobre ellas había un cielo furioso del cual caía un impetuoso aguacero con rayos y truenos. Montaña abajo parecía retumbar  un espumoso torrente de agua. Todo esto no se revelaba para nada pacifico.



Pero cuando el Rey observo cuidadosamente, el miro tras la cascada un delicado arbusto creciendo en una grieta de la roca. En este arbusto se encontraba un nido. Allí  en medio de del rugir del la violenta caída de agua, estaba sentado plácidamente un pajarito en el medio de su nido...
Paz perfecta... ?Cual crees que fue la pintura ganadora?
El Rey escogió la segunda. ?Sabes por qué?
"Porque," explicaba el Rey, "Paz no significa estar en un lugar sin ruidos, sin problemas, sin trabajo duro o sin dolor. Paz significa que a pesar de estar en medio de todas estas cosas permanezcamos calmados dentro de nuestro corazón. Este es el verdadero significado de la paz."

miércoles, 28 de agosto de 2013

No todos nosotros podemos hacer cosas grandiosas, pero sí podemos hacer cosas pequeñas con gran amor.



Un día, cuando era estudiante de secundaria, vi a un compañero de mi clase caminando de regreso a su casa. Se llamaba Kyle. Iba cargando todos sus libros y pensé: "¿Por qué se estará llevando a su casa todos los libros el viernes? ¡Debe ser un "traga"!
Yo ya tenía planes para todo el fin de semana: fiestas y un partido
de fútbol con mis amigos el sábado por la tarde, así que me encogí de hombros y seguí mi camino.
Mientras caminaba, vi a un montón de chicos corriendo hacia él,
cuando lo alcanzaron, le tiraron todos sus libros y le hicieron una zancadilla que lo tiró al suelo. Vi que sus anteojos volaron y cayeron en el pasto como a tres metros de él. Miró hacia arriba y pude ver una tremenda tristeza en sus ojos. Mi corazón se estremeció, así que corrí hacia él mientras gateaba buscando sus anteojos. Vi lágrimas en sus ojos. Le acerqué a sus manos sus anteojos y le dije, "¡esos chicos son unos tarados, no deberían hacer esto!".
Me miró y me dijo: "¡Hola, gracias!" Había una gran sonrisa en su
cara; una de esas sonrisas que mostraban verdadera gratitud. Lo ayudé con sus libros.
Vivía cerca de mi casa. Le pregunté por qué no lo había visto antes y me contó que se acababa de cambiar de una escuela privada. Yo nunca había conocido a alguien que fuera a una escuela privada.
Caminamos hasta casa. Lo ayudé con sus libros; parecía un buen chico.
Le pregunté si quería jugar al fútbol el sábado, conmigo y mis amigos, y aceptó. Estuvimos juntos todo el fin de semana. Mientras más conocía a Kyle, mejor nos caía, tanto a mí como a mis amigos.
Llegó el lunes por la mañana y ahí estaba Kyle con aquella enorme
pila de libros de nuevo. Me paré y le dije: "Hola, vas a sacar buenos músculos si cargas todos esos libros todos los días". Se rió y me dio la mitad para que le ayudara.
Durante los siguientes cuatro años, Kyle y yo nos convertimos en los mejores amigos. Cuando ya estábamos por terminar la secundaria, Kyle decidió ir a la universidad de Georgetown y yo iría a la de Duke. Sabía que siempre seríamos amigos, que la distancia no sería un problema. Él estudiaría medicina y yo administración, con una beca de fútbol.
Kyle fue el orador de nuestra generación. Yo lo cargaba todo el
tiempo diciendo que era un "traga". Llegó el gran día de la Graduación. Él preparó el discurso. Yo estaba feliz de no ser el que tenía que hablar. Kyle se veía realmente bien. Era uno de esas personas que realmente se había encontrado a sí mismo durante la secundaria, había mejorado en todos los aspectos y se veía bien con sus anteojos. ¡Tenía más citas con chicas que
yo y todas lo adoraban! ¡Caramba! Algunas veces hasta me sentía
celoso...
Hoy era uno de esos días.
Pude ver que él estaba nervioso por el discurso, así que, le di una
palmadita en la espalda y le dije: "Vas a ver que estarás genial, amigo".
Me miró con una de esas miradas (realmente de agradecimiento) y me sonrió.
"Gracias" me dijo.
Limpió su garganta y comenzó su discurso: "La Graduación es un buen momento para dar gracias a todos aquellos que nos han ayudado a través de estos años difíciles: tus padres, tus maestros, tus hermanos, quizá algún entrenador... pero principalmente a tus amigos.
Yo estoy aquí para decirles a ustedes, que ser amigo de alguien es el mejor regalo que podemos dar y recibir, y a propósito, les voy a contar una historia.
Yo miraba a mi amigo incrédulo, cuando comenzó a contar la historia del primer día que nos conocimos. Aquel fin de semana él tenía planeado suicidarse.
Habló de cómo limpió su armario y por qué llevaba todos sus libros
con él; para que su mamá no tuviera que ir después a recogerlos a la escuela.
Me miraba fijamente y me sonreía. "Afortunadamente fui salvado. Mi amigo me salvó de hacer algo irremediable". Yo escuchaba con asombro cómo este apuesto y popular chico contaba a todos ese momento de debilidad.



Sus padres también me miraban y me sonreían con esa misma sonrisa de gratitud.
Recién en ese momento me di cuenta de lo profundo de sus palabras: "Nunca subestimes el poder de tus acciones: con un pequeño gesto, puedes cambiar la vida de otra persona, para bien o para mal. Dios nos pone a cada uno frente a la vida de otros, para impactarlos de alguna manera. Mira a Dios en los demás".
Ahora tienes dos opciones:

El verdadero valor de un ser humano se mide por la calidez de su mirada y por la nobleza de su corazón.




Se trata de dos hermosos jóvenes que se pusieron de novios cuando ella tenía trece y él dieciocho. Vivían en un pueblito de leñadores situado al lado de una montaña. Él era alto, esbelto y musculoso, dado que había aprendido a ser leñador desde la infancia. Ella era rubia, de pelo muy largo, tanto que le llegaba hasta la cintura; tenía los ojos celestes, hermosos y maravillosos..
La historia cuenta que habían noviado con la complicidad de todo el pueblo. Hasta que un día, cuando ella tuvo dieciocho y él veintitrés, el pueblo entero se puso de acuerdo para ayudar a que ambos se casaran.
Les regalaron una cabaña, con una parcela de árboles para que él pudiera trabajar como leñador. Después de casarse se fueron a vivir allí para la alegría de todos, de ellos, de su familia y del pueblo, que tanto había ayudado en esa relación.
Y vivieron allí durante todos los días de un invierno, un verano, una primavera y un otoño, disfrutando mucho de estar juntos. Cuando el día del primer aniversario se acercaba, ella sintió que debía hacer algo para demostrarle a él su profundo amor. Pensó hacerle un regalo que significara esto. Un hacha nueva relacionaría todo con el trabajo; un pulóver tejido tampoco la convencía, pues ya le había tejido pulóveres en otras oportunidades; una comida no era suficiente agasajo...
Decidió bajar al pueblo para ver qué podía encontrar allí y empezó a caminar por las calles. Sin embargo, por mucho que caminara no encontraba nada que fuera tan importante y que ella pudiera comprar con las monedas que, semanas antes, había ido guardando de los vueltos de las compras pensando que se acercaba la fecha del aniversario.
Al pasar por una joyería, la única del pueblo, vio una hermosa cadena de oro expuesta en la vidriera. Entonces recordó que había un solo objeto material que él adoraba verdaderamente, que él consideraba valioso. Se trataba de un reloj de oro que su abuelo le había regalado antes de morir. Desde chico, él guardaba ese reloj en un estuche de gamuza, que dejaba siempre al lado de su cama. Todas las noches abría la mesita de luz, sacaba del sobre de gamuza aquel reloj, lo lustraba, le daba un poquito de cuerda, se quedaba escuchándolo hasta que la cuerda se terminaba, lo volvía a lustrar, lo acariciaba un rato y lo guardaba nuevamente en el estuche.



Ella pensó: "Que maravilloso regalo sería esta cadena de oro para aquel reloj." Entró a preguntar cuánto valía y, ante la respuesta, una angustia la tomó por sorpresa. Era mucho más dinero del que ella había imaginado, mucho más de lo que ella había podido juntar. Hubiera tenido que esperar tres aniversarios más para poder comprárselo. Pero ella no podía esperar tanto.
Salió del pueblo un poco triste, pensando qué hacer para conseguir el dinero necesario para esto. Entonces pensó en trabajar, pero no sabía cómo; y pensó y pensó, hasta que, al pasar por la única peluquería del pueblo, se encontró con un cartel que decía: "Se compra pelo natural". Y como ella tenía ese pelo rubio, que no se había cortado desde que tenía diez años, no tardó en entrar a preguntar.
El dinero que le ofrecían alcanzaba para comprar la cadena de oro y todavía sobraba para una caja donde guardar la cadena y el reloj. No dudó. Le dijo a la peluquera:
- Si dentro de tres días regreso para venderle mi pelo, ¿usted me lo compraría?
- Seguro - fue la respuesta.
- Entonces en tres días estaré aquí.
Regresó a la joyería, dejó reservada la cadena y volvió a su casa. No dijo nada.
El día del aniversario, ellos dos se abrazaron un poquito más fuerte que de costumbre. Luego, él se fue a trabajar y ella bajó al pueblo.
Se hizo cortar el pelo bien corto y, luego de tomar el dinero, se dirigió a la joyería. Compró allí la cadena de oro y la caja de madera. Cuando llegó a su casa, cocinó y esperó que se hiciera la tarde, momento en que él solía regresar.



A diferencia de otras veces, que iluminaba la casa cuando él llegaba, esta vez ella bajó las luces, puso sólo dos velas y se colocó un pañuelo en la cabeza. Porque él también amaba su pelo y ella no quería que él se diera cuenta de que se lo había cortado. Ya habría tiempo después para explicárselo.
Él llegó. Se abrazaron muy fuerte y se dijeron lo mucho que se querían. Entonces, ella sacó de debajo de la mesa la caja de madera que contenía la cadena de oro para el reloj. Y él fue hasta el ropero y extrajo de allí una caja muy grande que le había traído mientras ella no estaba. La caja contenía dos enormes peinetones que él había comprado... vendiendo el reloj de oro del abuelo.


martes, 13 de agosto de 2013

La prepotencia te hace fuerte por un día, la humildad te hace fuerte para siempre.

En un pueblo, gobernaba un hombre famoso por sus abusos de autoridad y su desprecio hacia las clases más humildes. Con frecuencia hacía fiestas a las cuales invitaba sólo a la gente más acaudalada de la localidad, gente como él, indiferente a las necesidades de los pobres.

Un día llegó al pueblo el señor Freyman, un empresario muy rico, quien pensaba instalar una gran industria en el lugar, lo cual significaría un gran progreso y fuentes de trabajo para los lugareños. El mismo gobernador fué a recibir al empresario, le ofreció su casa y lo acompañó a ver el terreno.

Esa noche, ofreció una fiesta en su honor, en donde, como siempre se reuniría la crema y nata del pueblo.

Estaban en medio del banquete, cuando a un mozo se le cayó una bandeja con vasos, haciéndose trizas en el suelo, justo enfrente del gobernador y su invitado.

¡Pero que no te fijas imbécil?- le gritó el gobernador al muchacho, quien muy asustado procedió a recoger los vidrios. El hombre no cesó de insultarlo, hasta que terminó de recoger todo. El empresario se quedó observando la escena, muy conmovido y también indignado, pero lo disimuló.

Después que se hubo ido el muchacho, se dirigió al gobernador: - Señor gobernador...¿le puedo hacer una pregunta? - Por supuesto, mi estimado señor Freyman- respondió zalamero el gobernador. - ¿Si esos vasos se me hubieran caído a mí, qué hubiera pasado?, ¿me habría usted insultado como lo hizo con ese pobre muchacho?

El gobernador se turbó por la pregunta y respondió: - ¡Por supuesto que no señor Freyman, cómo cree! - ¿Y por qué no? También se hubieran roto los vasos. - Pero no es lo mismo...¡cómo iba yo a ofenderlo a usted! - Ah, ¿y por qué a ese muchacho sí? - Pues... es solo un indio... un desarrapado... - Es un ser humano, igual que usted, igual que yo- declaró firmemente el empresario. - ¡Pero cómo se va a comparar con nosotros ese pobre diablo! - Ese pobre diablo, como usted lo llama, merece respeto y consideración. El hecho de no poseer bienes, no hace a un hombre menos merecedor de estos.

Las palabras del empresario se escuchaban claras y decididas en el comedor, pues todos los invitados se habían quedado en silencio, asombrados, viendo como el gobernador, era avergonzado por su invitado de honor.

¡Ah que señor Freyman, me resultó usted predicador!- trató de bromear el gobernador, para disimular su malestar.

No, señor gobernador, estoy hablando muy en serio.

Bueno, pero no es para tanto jeje...

Pues quiero que sepa, que yo fuí como ese muchacho, yo servía mesas en la taberna de mi pueblo...

¿Pero cómo es posible?

Así es, señor gobernador. Yo vengo de una familia muy pobre, empecé a trabajar desde los doce años. No le voy a contar mi historia, pero quiero que sepa que porque he estado abajo, sé cómo se siente ser tratado como usted ha tratado a ese muchacho. Y una cosa le aseguro, yo soy la misma persona, ahora que tengo dinero, que cuando no lo tenía y eso, gracias a los valores que me enseñó mi madre. Porque el hombre no vale por lo que tiene, sino por lo que es. Hay muchos ricos que no valen nada y muchos pobres que valen oro. Todos nacemos igual: sin nada y todos morimos igual: sin nada. No importa si en este mundo fuimos ricos o pobres, cuando lo dejamos, nada material nos llevamos. Todos nos hemos de presentar ante Dios de la misma manera, para El somos todos iguales, así que si para El somos todos iguales, ¿quiénes somos nosotros para hacer diferencias?



El empresario terminó de hablar y calmadamente prosiguió con su cena, dejando a todos consternados y pensativos, especialmente el gobernador, quien esa noche había recibido la lección más grande de su vida.

"El primero en pedir disculpas es el más valiente. El primero en perdonar es el más fuerte. El primero en olvidar es el más feliz"

Una chica estaba aguardando su vuelo en una sala de espera de un gran aeropuerto. Como debía de esperar un largo rato, decidió comprar un libro y también un paquete con galletitas. Se sentó en una sala del aeropuerto para poder descansar y leer en paz.



En el asiento del medio, se ubicó un hombre que abrió una revista y empezó a leer.  Entre ellos dos, quedaron las galletitas.

Cuando ella tomó la primera, el hombre también tomó una.  Ella se sintió indignada, pero no dijo nada. Apenas pensó: "¡Qué descarado; si yo estuviera más dispuesta, hasta le daría un golpe para  que nunca más se olvide!".

Cada vez que ella tomaba una galletita, el hombre también tomaba una.  Aquello la indignaba tanto que no conseguía concentrarse ni reaccionar.

Cuando  quedaba apenas una galletita, pensó: "¿Qué hará ahora este abusador?".

Entonces, el hombre dividió la última galletita y dejó una mitad para ella.

¡Ah, no!...Aquello le pareció demasiado. Se puso a bufar de la rabia.  Cerró su libro y sus cosas y se dirigió al sector del embarque.  Cuando se sentó en el  interior del avión, miró dentro del bolso y para su sorpresa, allí estaba su  paquete de galletitas... intacto, y cerradito.

¡Sintió tanta vergüenza! Sólo entonces percibió lo equivocada que estaba. ¡Había olvidado que sus galletitas estaban guardadas dentro de su bolso!

El hombre había compartido las suyas sin sentirse indignado, nervioso, consternado o alterado. Y ya no había más tiempo ni posibilidades para explicar o pedir disculpas.

Pero sí para razonar:

¿Cuántas veces en nuestra vida sacamos conclusiones cuando debiéramos observar mejor?
¿Cuántas cosas no son exactamente como pensamos acerca de las personas?

Y recordó que existen cuatro cosas en la vida que no se recuperan:

1.- Una piedra, después de haber sido lanzada.
2.- Una palabra, después de haber sido proferida.
3.- Una oportunidad, después de haberla perdido.
4.- El tiempo, después de haber pasado.

Si mañana se acabara el mundo, yo hoy todavía plantaría un árbol.


Dos hombres, ambos enfermos de gravedad, compartían el mismo cuarto 
semi-privado del hospital. A uno de ellos, se le permitía sentarse durante 
una hora por la tarde, para drenar el líquido de sus pulmones. Su cama 
estaba al lado de la única ventana de la habitación. El otro tenía que 
permanecer acostado de espalda todo el tiempo. Conversaban incesantemente 
todo el día y todos los días; hablaban de sus familias, sus hogares, empleos, 
experiencias durante sus servicios militares y sitios visitados durante sus 
vacaciones.
Todas las tardes, cuando el compañero ubicado al lado de la ventana se 
sentaba, se pasaba el tiempo relatando a su compañero de cuarto, lo que 
veía por la ventana. Con el tiempo, el compañero acostado de espalda que no 
podía asomarse por la ventana, se desvivía por esos períodos de una hora, 
durante los cuales, se deleitaba con los relatos de las actividades y colores del 
mundo exterior.


La ventana daba a un parque con un bello lago, los patos y cisnes se deslizan 
por el agua, mientras los niños jugaban con sus botecitos a la orilla del lago, los 
enamorados se paseaban de la mano entre las flores multicolores, en un paisaje 
con árboles majestuosos y en la distancia, una bella vista de la Ciudad.


A medida que el señor cerca de la ventana, describía todo esto con detalles 
exquisitos, su compañero cerraba los ojos e imaginaba un cuadro pintoresco.

Una tarde le describió un desfile que pasaba por el hospital y aunque él no pudo 
escuchar la banda, lo pudo ver a través del ojo de la mente, mientras su compañero 
se lo describía. Pasaron los días y las semanas, y una mañana, la enfermera al 
entrar para el aseo matutino, se encontró con el cuerpo sin vida del señor cerca de 
la ventana, quien había expirado tranquilamente, durante su sueño; con tristeza, 
avisó para que trasladaran el cuerpo.

Al otro día, el otro señor, con mucha tristeza pidió que lo trasladaran cerca de la 
ventana, a la enfermera le agradó hacer el cambio y luego de asegurarse que estaba 
cómodo, lo dejó solo. El señor con mucho esfuerzo y dolor, se apoyó en un codo, 
para poder mirar al mundo exterior por primera vez, finalmente, tendría la alegría de 
verlo por si mismo, se esforzó para asomarse por la ventana y lo que vio, fue la pared 
del edificio de junto, confundido y entristecido, le preguntó a la enfermera, que sería 
que lo que animó a su difunto compañero a describir tantas cosas maravillosas fuera 
de la ventana, la enfermera le respondió que el señor era ciego y no podía ver ni 
siquiera la pared de enfrente, ella le dijo: "Quizás solamente deseaba animarlo a 
usted".

sábado, 10 de agosto de 2013

La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo.

Esta es la historia que le ocurrió hace muchos años a una profesora de una escuela elemental.

Su nombre era Ms. Murga. Cuando ella se paro al frente de su clase del Quinto Grado el primer día de clases, ella les dijo una mentira.

Como la mayoría de los profesores, ella miro a sus alumnos y dijo que los amaba a todos por igual. Pero eso era imposible porque allí en la primera fila, estaba un niño llamado Lolo Sanchez.

Ms. Murga había visto a Lolo el año anterior y noto que el no jugaba bien con los otros muchachos, que su ropa era desordenada y que necesitaba bañarse. Llego al punto, en que Ms. Murga realmente se deleitara con un lapicero grueso de color rojo, marcando una X y luego poniendo un CERO enorme sobre las tareas de Lolo.

En el colegio donde Ms. Murga enseñaba, ella tenía que revisar los registros pasados de cada alumno y puso en el Lolo para el último. Sin embargo, cuando ella reviso su archivo, ella se sorprendió.

La profesor del Primer Grado de Lolo escribió: "Lolo es un chico brillante con una sonrisa en los labios. Hace su trabajo limpiamente y tiene buenos modales... es un deleite que este con nosotros"

El profesor del Segundo Grado escribió: "Lolo es un excelente estudiante, bien querido por sus compañeros, pero esta en problemas porque su madre tiene una enfermedad terminal y su vida en casa debe ser sofocante."

Su profesora del Tercer Grado escribió, "La muerte de su madre ha sido muy dura para Lolo. El trata de hacer lo mejor posible, pero su padre no muestra mucho interés y su vida en casa pronto lo afectara si no se toman las medidas convenientes."

La profesora del Cuarto Grado escribió, "Lolo esta aislado y no muestra interés en el colegio. No tiene muchos amigos y algunas veces se duerme en clase."



A estas alturas, Ms. Murga se había dado cuenta del problema y estuvo avergonzada de sí misma. Ella se sintió aun peor cuando sus alumnos le trajeron regalos por Navidad, envueltos en vistosos papeles y hermosos listones, excepto el de Lolo. Su regalo había sido descuidadamente envuelto en un papel marrón, que recorto de una bolsa de los supermercados.



A Ms. Murga le causo dolor abrirlo en medio de los otros regalos. Algunos de los chicos comenzaron a reírse cuando ella encontró un brazalete con algunas piedras faltando y un frasco de perfume a punto de acabarse, pero ella silencio las risas de los niños cuando exclamo "Que bello brazalete", colocándoselo y aplicándose un poco del perfume en la muñeca.

Ese día, Lolo se quedo hasta tarde en el colegio, para decirle: "Ms Murga, hoy usted olía como mi mamá lo hacia en nuestra ultima Navidad."

Después que los chicos se fueron, ella lloro por lo menos una hora. Ese mismo día, ella dejo de enseñar lectura, escritura y aritmética. Es su lugar, ella empezó a enseñar a los niños.

Ms. Murga puso especial atención a Lolo. Mientras ella trabajaba con el, la mente de Lolo parecía tomar vida.
Mientras mas aliento le daba ella, mas rápido respondía el. Al final del año, Lolo llego a ser uno de los chicos mas destacados de la clase y a pesar de su mentira que ella los amaba a todos por igual, Lolo llego a ser el "preferido de la profesora."

Un año más tarde, ella encontró una nota bajo la puerta. Era de Lolo, diciéndole que ella aun seguía siendo la mejor profesora que había tenido en su vida.

Pasaron seis años más y ella encontró otra nota de Lolo. Le decía que había terminado el colegio, como el tercero de su clase, y que ella todavía seguía siendo la mejor profesora de toda su vida.

Cuatro años mas tarde, ella recibió una carta de Lolo, diciendo que aunque las cosas habían sido difíciles el seguía estudiando y que pronto se graduaría en la Universidad ocupando los mas altos lugares de honor. Le aseguro a Ms. Murga que ella todavía se mantenía como la profesora favorita que jamás haya tenido en su vida.

Pasaron cuatro años más y le llego otra carta. Esta vez, Lolo le explicaba que después de haberse graduado en la Universidad, había ido un poco más allá. La carta le explicaba que ella aun seguía siendo la maestra favorita que había tenido. Pero ahora su nombre era un poco mas largo, la carta fue firmada por el Dr. Teodoro F. Sánchez.

La historia no termina allí. Hubo otra carta en los próximos meses. Lolo le dijo que había conocido a una chica y que iba a casarse. Le explico que su padre había fallecido un par de años atrás y que le gustaría saber si Ms. Murga podría aceptar sentarse en el lugar que en las bodas esta reservado generalmente para la madre del novio.

Por supuesto que Ms. Murga lo hizo. Y adivina que?
Ella uso ese brazalete, el que le faltaban algunas piedras. Y además se aseguro de usar el perfume que a Lolo le recordara a su madre cuando pasaron la última Navidad juntos.

Ellos se abrazaron, y cuando lo hacían, el Dr. Sánchez le susurro en el oído a Ms. Murga:

"Gracias Ms Murga por creer en mi. Muchísimas gracias por hacerme sentir importante y mostrarme que yo puedo hacer una diferencia."

Ms. Murga, con lagrimas en sus ojos, le respondió susurrando también:

"Lolo, tu estas completamente equivocado. Tú fuiste quien me enseño a mí que yo podía hacer una diferencia.
Yo no sabia como enseñar hasta que te conocí."