* * * Una reflexión que ha conmocionado a las redes sociales * * *
En un humilde mercado ambulante, se encuentra un viejo vendedor de huevos, de pronto se acerca una señora muy elegante y le pregunta: ¿Por cuánto está vendiendo los huevos?
El viejo vendedor responde: $0.20 centavos de dólar, por un huevo, señora.
Ella le contestó: “Voy a tomar 6 huevos por $1.00 dólar o me iré”.
El viejo vendedor respondió: “Está bien señora, no se marche, acérquese y lléveselos al precio que quiera. Puede ser que este sea un buen comienzo ya que hoy no he vendido un solo huevo.
Ella tomó los huevos y se alejó sintiendo que había ganado.
Se metió en su lujoso auto y se fue a un restaurante elegante con su amiga. Allí, ella y su amiga ordenaron lo que le gustaba.
Comieron poco y dejaron mucho de lo que ordenaron. Entonces, ella fue a pagar la cuenta: $46 dólares.
Ella dio $50 dólares, y le pidió al dueño del restaurante que se quedara con el cambio como propina.
Este incidente podría haber parecido bastante normal para el dueño del restaurante, pero muy triste para el viejo vendedor de huevos.
La pregunta es: ¿Por qué siempre demostramos que tenemos el poder cuando compramos a los necesitados?
¿Y por qué nos volvemos generosos con aquellos que ni siquiera necesitan nuestra generosidad?
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